El teatro,un género popular que hubiera podido servir perfectamente para introducir el tema de América debido a sus múltiples capacidades para la representación escenográfica, pobremente registra el fenómeno siendo que entre todo el siglo XVI y el XVII apenas si encontramos una docena de obras con tema exclusivamente americano. Como ha señalado Marcos Morínigo: «En completa y notable coincidencia con lo que ocurre en la literatura histórica, tampoco la literatura de imaginación peninsular contemporánea de la conquista y colonización, salvo rarísimas excepciones, hace referencia a los sucesos americanos. Y así como fueron los soldados de la conquista los historiadores de sus hazañas, son los soldados mismos o sus inmediatos descendientes los cantores de sus propias heroicidades» (1946: 17). De hecho, en todo el siglo XVI sólo se registra una sola obra de teatro con tema americano titulada: Las cortes de la muerte a las cuales vienen todos los Estados, y por vía de representación, dan aviso a los vivientes y doctrina a los oyentes (1557). Obra dramática que de acuerdo con Carlos Jáuregui, fue comenzada por «un tal Michael de Carvajal y luego supuesta-mente terminada por el propio Luis Hurtado de Toledo» (2002: 11). Pero antes de pasar a la descripción de las obras que componen el corpus americanina de la literatura peninsular será preciso revisar las causas de la curiosa pobreza temática americanista en la literatura española.
8El crítico literario que ha intentado analizar con exhaustividad las causas de este fenómeno ha sido el ya citado Marcos Morínigo en su libro titulado América en el teatro de Lopez de Vega (1946). En este libro fundacional de los estudios transatlánticos, Morínigo prescribía un conjunto o serie de causas para reflexionar sobre la escasez del tópico americano en la literatura peninsular. De acuerdo con el crítico existirían al menos tres: 1) el insuficiente prestigio heroico de la conquista y su opaco brillo militar: «las victoriosas escaramuzas con unos indios pobres, desnudos y selvícolas» (19). Por ello, para Morínigo, el aspecto militar no fue suficiente para garantizar la popularidad del tema, ni para construir gestas o épicas de relieve militar, al menos no hasta la conquista de Tenochtitlán por Hernán Cortés; 2) el insuficiente prestigio del linaje de la mayoría de sus grandes caudillos; 3) el hecho de que ciertos géneros literarios como la novelas de caballería, la novela pastoril, y la poesía lírica se alimentaban de una tradición propia (hoy diríamos de convenciones genéricas fijas); dichos géneros eran: «esencialmente ajenos a toda referencia a la vida nacional, reacios a todo realismo» (18). Con respecto a este último punto Vincent C. Renstrom, en su brillante artículo sobre la representación del indígena en el teatro del Siglo de Oro, sugiere que:
Los autores de poemas épicos, los cuales disfrutaron de una popularidad emergente durante el Siglo de Oro, optaron por figuras mitológicas o por héroes de la historia europea como protagonistas predilectos, aún incluso cuando las conquistas de México y Perú, y toda la empresa de colonización y evangelización, parecían perfectamente adecuadas para la épica. Tal vez, las crónicas de dichos eventos, en un momento en el que la imprenta estaba apenas surgiendo, no se habían diseminado lo suficiente como para instalarse en la conciencia colectiva del pueblo español. (1998:191; traducción mía)
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